El insólito caso de Jo Cameron, una mujer británica de 71 años incapaz de tener sensaciones dolorosas, pone sobre la mesa hasta qué punto las sensaciones humanas son meras reacciones electroquímicas y, por lo tanto, manipulables. La pregunta surge de manera natural: ¿Se puede crear una especie de pastilla de la felicidad?
En el artículo publicado por EL PAÍS, se aborda esta pregunta por diferentes profesionales de la salud.